27 de mayo de 2013

Simplemente rezar

Si hay un emblema para la religión judía, es el Kotel, el Muro de las Lamentaciones, último resto del templo de Herodes destruido por los romanos en el año 70 d.C. El Kotel es un símbolo de la unión con el pasado, y judíos de todo el mundo quieren acercarse a él. El problema es que técnicamente está en poder de los judíos ultraortodoxos, que imponen las normas para toda ceremonia que se quiera realizar allí, aunque la pluralidad de creencias y costumbres sea una característica del pueblo judío.
En las fotos del Kotel puede apreciarse cómo una valla separa las tres cuartas partes del espacio de la cuarta parte restante: la primera zona es exclusiva para hombres, la segunda para mujeres. Además del evidente acaparamiento de espacio, la situación en los dos lados tampoco es igualitaria: las mujeres pueden acercarse al muro individualmente, pero allí no se puede hacer ninguna ceremonia comunal. No puede cantar sus rezos, como hacen los hombres al otro lado (ellos tienen prohibido oírlas, ellas no tienen prohibido oírlos a ellos). Tampoco pueden recitar la Torah en voz alta: según las leyes del estado de Israel, impuestas por los ultraortodoxos, las mujeres no pueden tocar una Torah, no pueden vestir el chal de oración o Taled ni las filacterias que se colocan sobre la cabeza y alrededor del brazo.


Desde 1988, un grupo de mujeres empezó a acercarse al Muro para las celebraciones del primer día del mes. Unas leen la Torah, otras cantan sus oraciones, las más atrevidas visten los chales y las filacterias. Reciben insultos y amenazas desde el otro lado y desde el propio (por parte de hombres y mujeres), y son sistemáticamente detenidas por la policía. Entre ellas hay mujeres liberales, pero también ortodoxas que no están de acuerdo con las leyes impuestas por los hombres, leyes que no tienen un origen religioso sino tradicional. Forman el movimiento Women of the Wall, y también se les suman hombres que reclaman la apertura del muro a todas las tendencias del judaísmo. Últimamente, las Mujeres del Muro han aparecido en todos los periódicos porque, después de su última detención por el delito de atentar contra el reglamento de protección de los Santos Lugares, el juez Moshe Sobel las dejó en libertad, considerando que no hay nada en la ley que prohíba a las mujeres rezar de una manera u otra, o en uno u otro lugar. El presidente de la Agencia Judía, Natan Sharansky, propone abrir en el Muro una tercera zona para las mujeres o los hombres que quieran rezar de manera distinta. Sería una pequeña victoria para la libertad de culto, aunque no dejaría de mostrar la manera en que la sociedad judía se trocea a sí misma y se enfrenta entre ella.

Las pequeñas victorias en el mundo ortodoxo se llevan a cabo en silencio. Desde hace siete años, la escuela de ley judía (Halakha) Beit Morasha ha abierto un programa de estudios para mujeres, similar al que siguen los hombres para alcanzar el título de rabino. En enero de 2013 se graduó la primera promoción de “árbitros halakhicos”, ya que no pueden ser llamadas de otra manera. La mayoría se dedican a la enseñanza de la ley judía.

Las mujeres rabinas, en cambio, existen en el judaísmo liberal. Regina Jonas fue la primera mujer en ser ordenada rabina en 1935 por el Consejo de Rabinos Liberales de Berlín, después de haberse graduado como profesora de religión. Lo excepcional de esta mujer, no sólo fue su logro, sino que se quedó en aquel lugar y en aquella época, ejerciendo en comunidades que se habían quedado abandonadas porque sus anteriores rabinos habían huido de las persecuciones. Regina resistió junto a los más necesitados en Berlín y en el campo de Theresienstadt, donde fue deportada junto a su madre en 1942. Dos años después acabaron con su vida en Auschwitz. “Si tuviera que confesar qué me motivó a mi, una mujer, a querer ser rabina, me vienen a la mente dos cosas: mi creencia en la llamada de Dios, y mi amor por los seres humanos. Dios siembra en nuestros corazones las habilidades y la vocación, sin preguntar por el género. Es un deber de los hombres y las mujeres trabajar y crear de acuerdo con las habilidades que les ha dado Dios”. 

A pesar de este gran precedente, no fue hasta 1972 que la Hebrew Union College nombró por primera vez una rabina, Sally J. Preisand, en Nueva York. Desde entonces, más colegios e instituciones se han abierto a las mujeres, aunque siguen teniendo problemas para ejercer plenamente su vocación. Los principales enfrentamientos se producen con los sectores conservadores, pero nadie tiene el derecho a imponer su visión tratándose de una religión no centralizada (también existen las mujeres imanes, de las que hablaré en otra ocasión). Es un caso muy parecido al de las iglesias protestantes, donde también se mezclan las más opuestas tendencias. Lo que ocurre es que muchas veces, esta variedad permanece desconocida ante el ruido y la presencia de los más conservadores, aquellos que parecen los únicos que representan la religión. Women of the Wall son un buen ejemplo de la falsedad de esta imagen monolítica, porque reúnen a todas las tendencias, y revuelven el debate con unas proposiciones muy modestas, nada revolucionarias: sólo quireren rezar.

Fuentes:

13 de mayo de 2013

Matriarcado, patriarcado, feminismo y antropología.

¿Existe el matriarcado?

Joan Manuel Cabezas, antropólogo, explica que lo que existe en occidente esun mito sobre el matriarcado, fruto de la burguesía occidental europea, y cuyo principal ideólogo fue Bachofen, (jurista y antropólogo suizo) con la publicación en 1861 del libro El Derecho de la Madre."

Según Bachofen, en los inicios de los tiempos hubo una época de gran tiranía sexual de los hombres, el ‘Hetairismo’, que causó que algunas mujeres se rebelaran y establecieran un matriarcado o ‘geritocracia’,


Según Cabezas “ahora pasamos a ver el matriarcado que todavía existe en algunos pueblos del mundo, un matriarcado no como dominación por parte de las mujeres, sino de un sistema donde los dos sexos cooperan y se reparten el poder y las diferentes funciones sociales, con roles que no están ligados al hecho de ser hombre o mujer. Las mujeres, por supuesto, tenían poder, y esto se refleja en las diosas de diversas culturas, como las chinas Ma Tsu o Kuan Yin, las egipcias Isis o Nut o las griegas Demeter o Hera. Hay múltiples ejemplos de sociedades matriarcales a lo largo de la historia, como los Igbo en Nigeria, o los Bashi en el actual Congo."


Amadiume es una antropóloga africana que estudió su propia cultura (Igbo de Nnobi en Nigeria). Su libro documenta que antes del siglo XIX, la cultura Nnobi exhibía un fuerte principio matricéntrico/matrifocal en la organización familiar; madres e hijxs formaban distintas unidades económicas autosuficientes. Su sistema de género permitió crear la institución de las "hijas masculinas" (hijas que heredaban el patrimonio del padre y su linaje) y las "marido femeninas" (el matrimonio entre mujeres). Tras el colonialismo británico, el alto estatus social de la mujer fue suprimido por los sistemas occidentales de religión, educación y gobierno basados en principios patriarcales. De esta manera, la autora critica el actual etnocentrismo de los estudios sociales occidentales sobre la situación de las mujeres africanas.

Henrietta L. Moore también denunció el etnocentrismo de la Antropología y del Feminismo:
"Demasiados antropólogos han estado buscando una sociedad en la cual las mujeres controlan todos los aspectos de la vida cotidiana, incluido el gobierno”, dice Reeves. “Este modelo (y una perspectiva muy occidental sobre el poder) no encaja muy bien cuando observas culturas no occidentales, como los Minangkabau. En Sumatra Occidental mujeres y hombres se relacionan más como socios que desean alcanzar el bien común que como competidores gobernados por el egocéntrico interés propio. El prestigio social lo obtienen aquellos que promueven las buenas relaciones siguiendo la costumbre y la religión.”

“Mientras que Occidente glorifica la dominación masculina y la competencia, los Minangkabau glorifican a su mítica Reina Madre y la cooperación”.

Sin embargo Britt-Marie Thurén, también antropóloga, tiene mucho cuidado al hablar de "patriarcado"
"Como antropóloga me muevo en debates feministas con personas de otras disciplinas, veo muchas veces que dan ciertas cosas por hechas del patriarcado, y parten de realidades europeas. Entonces es mi obligación como antropóloga decir que no es necesariamente así y mostrar otros ejemplos."
 

El patriarcado es más o menos universal. Esto hay que matizarlo de muchas maneras, pero en algún sentido, en casi todo el mundo en muy pocas excepciones (y las excepciones dudosas) las mujeres normalmente tienen menos posibilidades que los hombres de su misma sociedad, de su misma categoría social, etc. Eso es triste, es por eso por lo que me he hecho feminista. 
 


Un hombre del público me dijo en una conferencia: "Entonces lo que estas diciendo es que el patriarcado es inevitable, si siempre ha existido y esta en todas partes no hay más remedio" (puso cara de contento ante esta constatación). Pero dije que no, porque hay cosas que nunca ha habido en el mundo y que en un momento dado empiezan a existir, como la agricultura. Los seres humanos estuvimos viviendo miles de años sin agricultura, ¿Por qué no va a empezar a suceder algo parecido con las relaciones de género? 


Podemos tener una esperanza de la evidencia abrumadora...




7 de mayo de 2013

NO OBEDECERÁS AL PATRIARCA y AMARÁS A LA MADRE TIERRA SOBRE TODAS LAS COSAS.

El hombre matriarcal se caracteriza por no sentirse obligado a obedecer orden alguna de otro varón. Ésta es la parte más interesante de ser matriarcal. Matriarcado no es obediencia a la mujer, sino desobediencia al patriarca.

El patriarca por lo general es un ser que se cree superior, acostumbrado a que los demás le sirvan, le imiten, le adulen, le teman y le complazcan. El varón matriarcal no encaja en jerarquía alguna y, aleccionado por la historia, desconfía de toda autoridad masculina.

En contra de lo que podría parecer, el hombre matriarcal no obedece a ciegas cualquier deseo de mujer. Sabe qué es lo necesario, cuándo y por qué. Supedita su propio interés individual al bien común, desde la no violencia y el consenso. Empezando por el bien de su familia, subordinando el interés particular de ésta al bien de la comunidad, y así sucesivamente hasta llegar al de la biosfera, la Madre Tierra, en último término.

Tampoco reconoce la autoridad de otras personas que, sin ser varones, han vendido su libertad al patriarcado por un puñado de monedas.

Ejemplo de mujeres abducidas por el PP
(Partido Patriarcal)

En consecuencia, y para no caer en una flagrante contradicción, el hombre matriarcal es aquel que no se otorga autoridad para imponerse sobre el destino de nadie, y mucho menos sobre el de su propia pareja e hijxs.

“Si la capacidad de desobediencia constituyó el comienzo de la historia humana, la obediencia podría muy bien provocar el fin de la historia humana”

Erich Fromm, Sobre la desobediencia.